mousetrap
llegará el día en que el malo de una película de james bond sea una mujer.
es inminente que algo por el estilo pase, y es porque los malos de las películas de james bond son retorcidos, impredecibles y rebuscados. hola sr. bond! acaba de salir del desmayo por un dardo tranquilizante, se encuentra usted atado a una cadena que pende sobre un foso lleno de tiburones y la única forma de desactivar el descenso permanente hacia una muerte certera es pasando a través de un sinfin de rayos laser que se mueven en todas direcciones e ingresar la clave secreta que evitaría la detonación de una bomba en el centro de la tierra. más allá del hecho comprobado de que un montón de rayos laser dispuestos de modo paralelo, consecutivo y estático a intervalos minúsculos resulta un modo mucho más seguro e improbable de que alguien pueda pasar a través de ellos (una disposición muy poco cinematográfica, nocierto?), no cabe duda de que este tipo de proceder (aparentemente) incongruente es la piedra fundamental del pensamiento femenino. creo que hasta ahora james bond no se enfrentó a una mujer porque sin dudas saldría perdiendo. sería demasiado para él. para cualquiera.
un ejemplo cabal de que las mujeres son así es que persuaden a sus respectivas parejas para que les compren lencería. si eso no es una trampa mortal, que alguien me muestre una. claro que como escena clímax de una película del 007 sería muy poca cosa, no veo la probabilidad de que se desate un tiroteo entre las vendedoras, ni que medias y breteles transparentes se combinen en alguna variación de explosivo. pero quien haya pasado por la experiencia sabe de lo que estamos hablando. empecemos por concluir (oh! paradoja!) que algo raro está pasando en la medida en que las mujeres tienen un rubro comercial dedicado ex-clu-si-va-men-te a su ropa interior. un local, enterito, para comprar de eso. adónde se ha visto? los hombres no tenemos de eso, compramos los calzoncillos en donde se vendan (en este blog somos adictos a las palabras populares dichas al revés, así que los llamamos "zolcilloncas"!), ni siquiera sabemos a ciencia cierta en qué negocio es que sucede tal cosa. si ven a un hombre entrando a todos los locales, haciendo como que pasea, es porque está buscando calzoncillos y medias. esto es lo que nos pasa, tenemos que deambular como si en realidad quisieramos comprar muchas cosas, cuando lo que nos preguntamos desesperados es "adónde era que se vendían los calzoncillos?". es la única oportunidad en la que no entramos a garbarino, porque estamos seguros de que ahí no era.
cuando la mujer nos insinúa que estaría de re chupete que le regalemos lencería, nuestro cerebro entra en shock. porque sabemos que se avecina un momento difícil. moooy difícil. por empezar, porque no existe el empleado masculino de local de lencería. si fuera así, sería todo más sencillo. hola, cómo andás, un par de comentarios sobre el winning eleven, nos dice que se llama alberto, qué tiempo loco y en 10 minutos le pedimos a tito lo que más sale. qué lindo sería eh. ahí tendrían que estar los peluqueros! yo no quiero que un hombre me acerque una tijera a la cabeza, se equivoca de rubro! los empleados de los negocios de lencería siempre son mujeres. y si nos da vergüenza decirle "combo 5" a la que atiende en macdonals, ni que hablar de preguntarle por bombachas a una señora que, tranquilamente, podría ser nuestra madre.
la situación de comprar ropa interior está diseñada en nuestra contra. recapitulemos: por empezar, físicamente el negocio no podría ser más chiquito. adonde mires hay un afiche especialmente diseñado para hacernos pasar vergüenza. hay tantos maniquíes! y no llevan ropa! incluso algunos no tienen ni cabeza ni piernas ni brazos, es tan perturbadoramente irregular. y todo está cubierto de estanterías con cajitas y cajitas y cajitas. parece el negocio de varitas mágicas de harry potter, pero nadie lleva camisones. si en los locales de puma los empleados se visten con indumentaria puma, exijo que las empleadas de estos negocios atiendan en camisón... ahora que lo pienso bien, mejor no eh.
lo primero que hace un hombre al entrar a un negocio es decir que sólo está mirando. porque el vendedor es la persona de la que hay que desconfiar. candidatos a presidente, extraños con caramelos y vendedores. en ese orden. pero la "misión: lencería" es diferente. en ese caso deambulamos 8 minutos reloj frente a la vidriera (la señora que atiende adentro ya está pensando "otro salame"), a ver si vemos algo que nos parece que a ella le gusta. eso sería glorioso. incluso fantaseamos con esos cortavidirios que usan los ladrones de joyas en las películas, nadie nos juzgaría si pudiéramos evitar entrar a ese matadero de la autoestima recubierto en encaje. rendidos ante la enorme exigencia de la situación, entramos midiendo 10 centímetros menos de lo normal. "te puedo ayudar en algo?", pregunta la mujer lo más campante. sí, podrías solucionarme la existencia. pero no vas a hacerlo, no?. "no, estaba mirando nomás" decimos nosotros en un acto reflejo. pero ni siquiera nos animamos a chusmear entre las perchas, miramos los corpiños sin tocarlos como si estuviéramos por cometer infidelidad con 20cm cuadrados de tela. qué calvario! rendidos, nos acercamos a la señora detrás del mostrador (que siempre tiene un vidrio de superficie, y debajo más afiches de caro cuore: ni siquiera nos da para apoyar las manos!). "estaba buscando algo para mi novia... no sé... algo provocativo". dije provocativo? por ahí castels pueda ayudarme, o podría afiliarme al partido anarquista. pero para nuestra sorpresa "provocativo" es suficiente para que la vendedora saque... una cajita! (aunque me parece que la palabra clave en lo que dijimos era "algo"). sacará una cajita al azar? sacará siempre la misma? debe especular, porque sabe que el trámite no va a ser largo, no somos capaces de soportarlo. muéstreme 4, alguno de esos es el que voy a llevar. no hay duda ni piedad en todo el asunto.
en cuanto hay uno que nos gusta, o que pensamos que a ella le gusta, siempre se complica con el color. debe ser porque todos los hombres eligen el mismo: ni una tanga (va a pensar que yo pienso que es una cualquiera) ni un bombachón (va a pensar que yo pienso que tiene ganas de hacer parapente con sus abuelas) ni un push up (tan poco tengo?) ni un strapless (y esto con qué lo sostengo, bichi?)... señora empleada: ya sé que soy un imbécil, pero tenga algo de compasión!!! una vez que arribamos a un acuerdo sobre modelo y color, agarra y nos tira con el tono más complaciente: "qué talle es ella de busto?".
pero cómo no lo vi venir! le tiré el pase, un centro impecable, y resulta que estaba en el área contraria. este es el momento crucial en el que hasta james bond preferiría pegarse un tiro con el zapatófono. con lo que me costó aprender a desabrocharlo, nunca se me pasó por la cabeza preguntarle el talle. y cuál es la peor parte? que en cuanto ella terminó de preguntar, lo primero que hacemos los hombres es fijarnos en sus senos como para agarrar y decir "un poquito menos que vos". si llegáramos a decirlo, estaríamos ante el hombre en su más mínima expresión. la mirada descendente en sí misma ya fue condenatoria. para qué mentir, si me arriman la guillotina me corto el cuello yo solito.
¿no sería ideal si la vendedora sacara una botella de vodka de abajo del mostrador, nos la tendiera y después preguntara por el talle? "tendré que sacarte la bala aquí mismo así que mejor te pones como cuba, muchacho". el día que tenga que llevar a mi hijo al primer día de escuela y se ponga a patalear, voy a mirarlo a los ojos y decirle: "cuando ella te pida que le compres ropa interior hablamos". cómo solucionar el tema del talle? algunos lo intentan con el gesto de llevarse las manos al esternón y sentenciar "una cosa así". llamalo a marcel marceau para que adivine cuánto es eso. qué es ese gesto? ojo! ese sería un empleo ideal para un mimo! uuuh qué descubrimiento! en cualquier parte del universo son odiosos, pero ahí serían útiles. juntemos firmas: en lugar de estar en las plazas, los mimos deberían atender los negocios de lencería femenina: son hombres, no hay necesidad de hablar, te entienden los gestos y en el peor de los casos están acostumbrados a las golpizas.
volviendo a lo anterior, lo que demuestra la maldad intrínseca en el pensamiento femenino es que nos meten en la cabeza lo de "tengo 90 de busto", "95", "120!". la televisión, las revistas, las modelos, todos hablan de eso. pero si tenés que comprar un corpiño... los talles están ordenados por letras! y no son S M L XL, sino A B C D... oiga, póngame la pizarra esa de los oculistas que estaríamos en el mismo candombe. "F, casita, E dada vuelta, pinito... qué es eso, una Z?"
ellas saben lo que les gusta. conocen sus límites, qué es lo que consideran demasiado atrevido, qué está pasado de moda, si les da alergia el lycra o si su religión no les permite usar encaje. y nosotros, engañados, pensamos que ellas quieren que elijamos lo que nos gustaría que se pongan. lo que despertaría nuestras fantasías. pero es todo un malentendido: en cuanto nos pidieron que les regaláramos ropa interior saben que terminamos eligiendo algo que no resulte diametralmente opuesto a lo que usan siempre pero que dista mucho de lo que en nuestra imaginación nos gustaría que se pusieran... es todo tan complejo. al final, salimos deshauciados con una bolsita en la mano que resulta demasiado grande para nuestro orgullo. y ni que hablar del precio de esas cosas, estamos ante la relación "metro de tela / pesos" más descabellada del mercado. no hay variable económica que lo resista, incluso alguien podría ganarse un premio nobel encontrando su relación directa con el hambre en el continente africano. pero a quién le importa, en cuanto terminamos con la tortura estamos tan deseosos de irnos de ahí que somos capaces de pagar cualquier cosa. el único gesto de piedad que tiene la señora que atiende es pronunciar las benditas palabras: "si no le gusta, viene con la bolsita y lo cambia". menos mal.
es inminente que algo por el estilo pase, y es porque los malos de las películas de james bond son retorcidos, impredecibles y rebuscados. hola sr. bond! acaba de salir del desmayo por un dardo tranquilizante, se encuentra usted atado a una cadena que pende sobre un foso lleno de tiburones y la única forma de desactivar el descenso permanente hacia una muerte certera es pasando a través de un sinfin de rayos laser que se mueven en todas direcciones e ingresar la clave secreta que evitaría la detonación de una bomba en el centro de la tierra. más allá del hecho comprobado de que un montón de rayos laser dispuestos de modo paralelo, consecutivo y estático a intervalos minúsculos resulta un modo mucho más seguro e improbable de que alguien pueda pasar a través de ellos (una disposición muy poco cinematográfica, nocierto?), no cabe duda de que este tipo de proceder (aparentemente) incongruente es la piedra fundamental del pensamiento femenino. creo que hasta ahora james bond no se enfrentó a una mujer porque sin dudas saldría perdiendo. sería demasiado para él. para cualquiera.
un ejemplo cabal de que las mujeres son así es que persuaden a sus respectivas parejas para que les compren lencería. si eso no es una trampa mortal, que alguien me muestre una. claro que como escena clímax de una película del 007 sería muy poca cosa, no veo la probabilidad de que se desate un tiroteo entre las vendedoras, ni que medias y breteles transparentes se combinen en alguna variación de explosivo. pero quien haya pasado por la experiencia sabe de lo que estamos hablando. empecemos por concluir (oh! paradoja!) que algo raro está pasando en la medida en que las mujeres tienen un rubro comercial dedicado ex-clu-si-va-men-te a su ropa interior. un local, enterito, para comprar de eso. adónde se ha visto? los hombres no tenemos de eso, compramos los calzoncillos en donde se vendan (en este blog somos adictos a las palabras populares dichas al revés, así que los llamamos "zolcilloncas"!), ni siquiera sabemos a ciencia cierta en qué negocio es que sucede tal cosa. si ven a un hombre entrando a todos los locales, haciendo como que pasea, es porque está buscando calzoncillos y medias. esto es lo que nos pasa, tenemos que deambular como si en realidad quisieramos comprar muchas cosas, cuando lo que nos preguntamos desesperados es "adónde era que se vendían los calzoncillos?". es la única oportunidad en la que no entramos a garbarino, porque estamos seguros de que ahí no era.
cuando la mujer nos insinúa que estaría de re chupete que le regalemos lencería, nuestro cerebro entra en shock. porque sabemos que se avecina un momento difícil. moooy difícil. por empezar, porque no existe el empleado masculino de local de lencería. si fuera así, sería todo más sencillo. hola, cómo andás, un par de comentarios sobre el winning eleven, nos dice que se llama alberto, qué tiempo loco y en 10 minutos le pedimos a tito lo que más sale. qué lindo sería eh. ahí tendrían que estar los peluqueros! yo no quiero que un hombre me acerque una tijera a la cabeza, se equivoca de rubro! los empleados de los negocios de lencería siempre son mujeres. y si nos da vergüenza decirle "combo 5" a la que atiende en macdonals, ni que hablar de preguntarle por bombachas a una señora que, tranquilamente, podría ser nuestra madre.
la situación de comprar ropa interior está diseñada en nuestra contra. recapitulemos: por empezar, físicamente el negocio no podría ser más chiquito. adonde mires hay un afiche especialmente diseñado para hacernos pasar vergüenza. hay tantos maniquíes! y no llevan ropa! incluso algunos no tienen ni cabeza ni piernas ni brazos, es tan perturbadoramente irregular. y todo está cubierto de estanterías con cajitas y cajitas y cajitas. parece el negocio de varitas mágicas de harry potter, pero nadie lleva camisones. si en los locales de puma los empleados se visten con indumentaria puma, exijo que las empleadas de estos negocios atiendan en camisón... ahora que lo pienso bien, mejor no eh.
lo primero que hace un hombre al entrar a un negocio es decir que sólo está mirando. porque el vendedor es la persona de la que hay que desconfiar. candidatos a presidente, extraños con caramelos y vendedores. en ese orden. pero la "misión: lencería" es diferente. en ese caso deambulamos 8 minutos reloj frente a la vidriera (la señora que atiende adentro ya está pensando "otro salame"), a ver si vemos algo que nos parece que a ella le gusta. eso sería glorioso. incluso fantaseamos con esos cortavidirios que usan los ladrones de joyas en las películas, nadie nos juzgaría si pudiéramos evitar entrar a ese matadero de la autoestima recubierto en encaje. rendidos ante la enorme exigencia de la situación, entramos midiendo 10 centímetros menos de lo normal. "te puedo ayudar en algo?", pregunta la mujer lo más campante. sí, podrías solucionarme la existencia. pero no vas a hacerlo, no?. "no, estaba mirando nomás" decimos nosotros en un acto reflejo. pero ni siquiera nos animamos a chusmear entre las perchas, miramos los corpiños sin tocarlos como si estuviéramos por cometer infidelidad con 20cm cuadrados de tela. qué calvario! rendidos, nos acercamos a la señora detrás del mostrador (que siempre tiene un vidrio de superficie, y debajo más afiches de caro cuore: ni siquiera nos da para apoyar las manos!). "estaba buscando algo para mi novia... no sé... algo provocativo". dije provocativo? por ahí castels pueda ayudarme, o podría afiliarme al partido anarquista. pero para nuestra sorpresa "provocativo" es suficiente para que la vendedora saque... una cajita! (aunque me parece que la palabra clave en lo que dijimos era "algo"). sacará una cajita al azar? sacará siempre la misma? debe especular, porque sabe que el trámite no va a ser largo, no somos capaces de soportarlo. muéstreme 4, alguno de esos es el que voy a llevar. no hay duda ni piedad en todo el asunto.
en cuanto hay uno que nos gusta, o que pensamos que a ella le gusta, siempre se complica con el color. debe ser porque todos los hombres eligen el mismo: ni una tanga (va a pensar que yo pienso que es una cualquiera) ni un bombachón (va a pensar que yo pienso que tiene ganas de hacer parapente con sus abuelas) ni un push up (tan poco tengo?) ni un strapless (y esto con qué lo sostengo, bichi?)... señora empleada: ya sé que soy un imbécil, pero tenga algo de compasión!!! una vez que arribamos a un acuerdo sobre modelo y color, agarra y nos tira con el tono más complaciente: "qué talle es ella de busto?".
pero cómo no lo vi venir! le tiré el pase, un centro impecable, y resulta que estaba en el área contraria. este es el momento crucial en el que hasta james bond preferiría pegarse un tiro con el zapatófono. con lo que me costó aprender a desabrocharlo, nunca se me pasó por la cabeza preguntarle el talle. y cuál es la peor parte? que en cuanto ella terminó de preguntar, lo primero que hacemos los hombres es fijarnos en sus senos como para agarrar y decir "un poquito menos que vos". si llegáramos a decirlo, estaríamos ante el hombre en su más mínima expresión. la mirada descendente en sí misma ya fue condenatoria. para qué mentir, si me arriman la guillotina me corto el cuello yo solito.
¿no sería ideal si la vendedora sacara una botella de vodka de abajo del mostrador, nos la tendiera y después preguntara por el talle? "tendré que sacarte la bala aquí mismo así que mejor te pones como cuba, muchacho". el día que tenga que llevar a mi hijo al primer día de escuela y se ponga a patalear, voy a mirarlo a los ojos y decirle: "cuando ella te pida que le compres ropa interior hablamos". cómo solucionar el tema del talle? algunos lo intentan con el gesto de llevarse las manos al esternón y sentenciar "una cosa así". llamalo a marcel marceau para que adivine cuánto es eso. qué es ese gesto? ojo! ese sería un empleo ideal para un mimo! uuuh qué descubrimiento! en cualquier parte del universo son odiosos, pero ahí serían útiles. juntemos firmas: en lugar de estar en las plazas, los mimos deberían atender los negocios de lencería femenina: son hombres, no hay necesidad de hablar, te entienden los gestos y en el peor de los casos están acostumbrados a las golpizas.
volviendo a lo anterior, lo que demuestra la maldad intrínseca en el pensamiento femenino es que nos meten en la cabeza lo de "tengo 90 de busto", "95", "120!". la televisión, las revistas, las modelos, todos hablan de eso. pero si tenés que comprar un corpiño... los talles están ordenados por letras! y no son S M L XL, sino A B C D... oiga, póngame la pizarra esa de los oculistas que estaríamos en el mismo candombe. "F, casita, E dada vuelta, pinito... qué es eso, una Z?"
ellas saben lo que les gusta. conocen sus límites, qué es lo que consideran demasiado atrevido, qué está pasado de moda, si les da alergia el lycra o si su religión no les permite usar encaje. y nosotros, engañados, pensamos que ellas quieren que elijamos lo que nos gustaría que se pongan. lo que despertaría nuestras fantasías. pero es todo un malentendido: en cuanto nos pidieron que les regaláramos ropa interior saben que terminamos eligiendo algo que no resulte diametralmente opuesto a lo que usan siempre pero que dista mucho de lo que en nuestra imaginación nos gustaría que se pusieran... es todo tan complejo. al final, salimos deshauciados con una bolsita en la mano que resulta demasiado grande para nuestro orgullo. y ni que hablar del precio de esas cosas, estamos ante la relación "metro de tela / pesos" más descabellada del mercado. no hay variable económica que lo resista, incluso alguien podría ganarse un premio nobel encontrando su relación directa con el hambre en el continente africano. pero a quién le importa, en cuanto terminamos con la tortura estamos tan deseosos de irnos de ahí que somos capaces de pagar cualquier cosa. el único gesto de piedad que tiene la señora que atiende es pronunciar las benditas palabras: "si no le gusta, viene con la bolsita y lo cambia". menos mal.
hhomero ccanta aa vviva vvoz:
"terrorvision - celebrity hit list"