watermelon man
cada vez estoy comiendo menos. podría atribuirse esto a un sinnúmero de factores: lo modesto de mis ingresos, el trajín diario, la falta de hambre de (el huevo y la gallina) comer cada vez menos. pero a quién quiero engañar, es que me da mucha vagancia ponerme a cocinar. supe que toqué fondo el día que me preparé un huevo duro, abrí una lata de arvejas, le tiré queso rallado, unas galletitas rotas, le piqué el huevo adentro, embadurné todo con salsa de soja y me lo comí con cuchara. de la lata. esto sería un hecho triste y olvidable si no fuera porque una amiga me llamó por teléfono y me preguntó qué estaba haciendo. yo le contesté "estoy cenando". no tengo perdón.
eso no es cenar, mi estimado; "menjunje en una lata" no pasa la verificación técnica. pero así es mi vida, para qué ocultarlo. tengo mi lugar, con una cocinita mínima en la que me da miedo meter algo al horno (aunque ya lo prendí más de una vez, que conste), tengo una sola olla, un solo plato, una sola fuente. con suerte si me hago a veces algunas milanesas de soja. de las del polvo raro que se le pone agua y ¡magia! son milanesas. uso mi única fuente para mezclar y mi único plato para el pan rallado. que no se malinterprete todo esto: me encanta cocinar. ya no por cuestiones terapéuticas, ni por simple placer: lo disfruto porque es un enorme esfuerzo en pos de lo efímero. será por eso que los cocineros son personas tan especiales. pueden pasar horas en la elaboración de un plato, para que sea arrasado en apenas 10 minutos (y con viento a favor) por los infelices de los comensales. para mí ese tipo de tareas, en las que se trabaja para que el resultado desaparezca (mejor dicho, sea transformado en un terrenal placer) al corto plazo, esas actividades son las que le ponen gracia a la vida. al contrario que construir torres gemelas o pirámides, en la cocina uno se esfuerza por la intrascendencia. y ahí hay algo muy profundo que parece tener (creo que con esto me voy para el rumbo de los tomates) un contacto cercano con la muerte. está comprendido que todo lo que uno haga va a estar condenado a la desaparición, y sin embargo se procede sin dudar. con alegría, de hecho.
a mí me encanta cocinar. amasar, especialmente. y cagar a martillazos las milanesas. si usted es vegetariano y sólo prepara de soja, no sabe de lo que se pierde. la cocina tiene historia, mucha cuestión ancestral encima; está vigente como el primer día en que el hombre de las cavernas decidió ponerle algo de smowing al cadáver que se estaba comiendo. hablamos de milenios hace, algo así como del 5000 AC (Antes del Caldito, la verdadera bisagra de la humanidad gastronómica). hablar del parentesco que tienen la cocina y la alquimia es abrevar en lo ya recontradicho. pero qué duda cabe. uno de los pocos lugares en los que el hombre se da el enorme placer de encender un fuego en este mundo moderno y alocado, es en la cocina. y como en toda expresión artística, están los talentosos que hacen malabares con sabores desconocidos, los laboriosos "intérpretes" capaces de plagiar recetas con maestría, y el resto de los nabos que intentamos elaborar algo medianamente comestible. si bien ya lo decía la ley de murphy, "todo es comida si se lo mastica lo suficiente", esto no desestima que uno pueda arremangarse y pasar la mejor de las tardes enchastrando el 85% de los utensilios.
si tanto te llenás la boca (justamente) hablando del placer de cocinar, cómo es que arrancaste metiendo una cuchara en una lata de arvejas con huevo y queso rallado? me digo a mí mismo. y me respondo: buen punto. no tengo defensa admisible. mi hipótesis es que no sé apreciar la autococina. necesito alguien a quien alimentar para que valga la pena el esfuerzo, porque si fuera por mí sé que ese bastardo traidor que soy me deja (o me dejo?) morir de hambre. incluso diría más: clasifico como uno de los pocos hombre anoréxicos que deben haber en el planeta. no me avergüenzo en admitirlo, tengo padrísimos problemas con mi aspecto físico. es un ítem más para anotar en la columna de "le chifla". cuando era chico era bastante regordete, recuerdo que a veces me comía una tarta de zapallitos entera (mi kriptonita) a lo largo de una tarde. eso, sumado a mi shockeante inutilidad para los deportes, arrojaba como resultado una cargada permanente por parte de mis compañeros. quizás no fuera tanto en volumen de cargadas, pero yo me lo tomaba muy a pecho. o muy a panza, no sé cómo se dice en estos casos.
aconteció algo muy curioso, y es que cuando terminé séptimo grado me mudé de ciudad. durante el verano previo a entrar al secundario en mi nueva localidad estuvimos trabajando en la construcción de la nueva casa. y eso, junto al estirón propio de la edad, hizo que para cuando entrara al colegio, estuviera bastante más flaco y alto. compañeros nuevos, profesores nuevos, ciudad nueva. mi gordo yo se había quedado a más de 1000km. eso me ofreció un paradisíaco entorno para respirar tranquilo en el rubro "gastadas". al menos durante un tiempo. básicamente hasta la primera clase de educación física, jeje. tampoco era que estaba hecho un esqueleto, seguía teniendo algún que otro kilo. pero el cuerpo entero estaba cambiando, como nos pasa a todos en esa edad. aún así, seguía teniendo el trauma que me acompaña todavía. esas cosas, creo yo para desilusión de mis pasados y futuros psicoanalistas, no se cambian más. cuando uno desde los 6 o 7 años piensa que está en el equipo de los gorditos, se siente de esa forma para siempre. es una cuestión de identidad, del formateo de carácter que responde a la pregunta "cómo dirías que sos?".
eso sí, yo soy un anoréxico consciente. esto puede apestar a contradicción, pero no es tal. ejemplo: en este momento estoy muy flaco; nunca había estado tan flaco como ahora. no existe persona alguna que me vea y piense "el dogor". de hecho, según el índice de masa corporal (o como se llame) me faltan 5 kilos. nunca fui muy hermano de las estadísticas, así que no le doy bolilla. ahora bien: estoy empíricamente flaco. me veo flaco? me creo flaco? no señor. sigo sintiéndome incómodo con mi cuerpo. eso a mi humilde entender se diagnostica como síntoma de anorexia. podríamos hablar durante horas sobre la esquizofrenia de la moda, los medios y las etcéteras, del mandato social de ser delgado… pero para qué perder el tiempo. a lo que quiero llegar es: sí, soy anoréxico. suelo pasar hambre por miedo a engordar. pero si yo sé que lo estoy haciendo porque soy un zopenco, vale como enfermedad? no me disgusta comer. todo lo contrario, jamás hasta ahora me he rehusado a la pantagruelia de un asado hecho y derecho, sólo por el hecho de no querer subir de peso. en mi lista de prioridades gana el "corazón contento" antes que la figura esbelta. quién puede ser tan salame como para no disfrutar del morfi. eso es trampa? o puede decirse que si tengo consciencia de mi anorexia, entonces no estoy tan mal? ah, la negación. divino tesoro.
yo supongo que para ser anoréxico de los de verdad, hay que ser un poquito bobo. sigo hablando en masculino para que no piensen que esto es sexista. pero vamos, quién puede forzarse a no comer? es demasiado rico para ser cierto! además de la imperdonable traición, ya no sólo a la lógica pura, sino lo que es peor, al instinto! que resulta no comer. como cuando bart baja la palanquita en la cabina del avión y el piloto vuelve a subirla: "jeje, sin eso no vivimos". qué clase de lelo puede forzarse a no probar bocado. esa es mi conclusión: la anorexia lleva implícita una cuota de imbecilidad, diríamos, de alto calibre. o a lo mejor no es imbecilidad, sino simple falta de inteligencia. "inteligencia" entendida no como cultura general, sino como criterio. sentido común. lucidez. un ser inteligente sabe disfrutar de las cosas en una medida sensata. y entre otras actividades, come. más siendo la comida tan pero tan pero tan pero tan rica.
me contradigo, luego existo: hoy no pienso cenar. supongo que eso, habiendo escrito el párrafo anterior, me pone del bando de los no inteligentes. y sin embargo voy a hacerlo. me acostumbre a casi no comer durante el día. el estómago es un músculo (bueno, en realidad es un órgano, pero hagamos de cuenta que los órganos son músculos y los músculos son órganos) que se estira y se contrae con increíble facilidad. hay muchas cuestiones que me llevan al no comer, no quisiera extenderme demasiado. pero básicamente aprendí que: cada cuerpo se rige por su metabolismo. hay quienes comen mucho y no acumulan en forma de grasas, hay quienes tienden a acumular de forma descontrolada, hay quienes saben manejarlo. pero el metabolismo se puede moldear, hasta ahora eso estoy descubriendo. yo almorzaba y cenaba todos los días. y engordaba. muy despacio pero engordaba. con esa cantidad de comida, mi cuerpo acumulaba. así que fui reduciendo la cantidad hasta encontrar el punto en el que gasto lo que tengo y ya. eso me llevó a eliminar una de las dos comidas. ahora si almuerzo no ceno, y viceversa. hoy almorcé, por lo tanto no voy a cenar. quizás coma una fruta. quizás no. pero no te da hambre? sí, me da hambre. pero me la banco. hay algo de monástico en bancársela que me atrae particularmente. no en el sentido espiritual, sino en el enfrentamiento con la restricción que ayuda a conocerse a uno mismo. a ver qué tanta voluntad se tiene.
ya pasó un día entero. ahora es la noche del día siguiente al que escribí todo lo anterior. esperé un día más para subir esto al blog porque quería anotar todo lo que comí hoy y cerrar el posteo con ese listado. listado que voy a guardar para asustar a alguna que otra nutricionista. tiemblen, locas: me levanté a las 8:30. tomé un poco de agua. a eso de las 11:30 tuve mi primera ingesta, media taza de cereales con yogur. fui al gimnasio. corrí 5km. hice ejercicio. estuve en la pileta. créase o no, eso ya no me da hambre. pero como no soy menso, volviendo a la oficina me compré algo para reponer: dos duraznos y dos ciruelas. me las comí a eso de las 17:00. ahora son las 20:30, tengo bastante hambre. mientras escribo esto me estoy preparando unos fideítos con manteca. no almorcé, por lo tanto voy a cenar. fideos no será el platillo más elaborado, pero al menos aprendí: juro ante escribano que la gran "menjunje intragable en la lata" no la hago nunca más.
eso no es cenar, mi estimado; "menjunje en una lata" no pasa la verificación técnica. pero así es mi vida, para qué ocultarlo. tengo mi lugar, con una cocinita mínima en la que me da miedo meter algo al horno (aunque ya lo prendí más de una vez, que conste), tengo una sola olla, un solo plato, una sola fuente. con suerte si me hago a veces algunas milanesas de soja. de las del polvo raro que se le pone agua y ¡magia! son milanesas. uso mi única fuente para mezclar y mi único plato para el pan rallado. que no se malinterprete todo esto: me encanta cocinar. ya no por cuestiones terapéuticas, ni por simple placer: lo disfruto porque es un enorme esfuerzo en pos de lo efímero. será por eso que los cocineros son personas tan especiales. pueden pasar horas en la elaboración de un plato, para que sea arrasado en apenas 10 minutos (y con viento a favor) por los infelices de los comensales. para mí ese tipo de tareas, en las que se trabaja para que el resultado desaparezca (mejor dicho, sea transformado en un terrenal placer) al corto plazo, esas actividades son las que le ponen gracia a la vida. al contrario que construir torres gemelas o pirámides, en la cocina uno se esfuerza por la intrascendencia. y ahí hay algo muy profundo que parece tener (creo que con esto me voy para el rumbo de los tomates) un contacto cercano con la muerte. está comprendido que todo lo que uno haga va a estar condenado a la desaparición, y sin embargo se procede sin dudar. con alegría, de hecho.
a mí me encanta cocinar. amasar, especialmente. y cagar a martillazos las milanesas. si usted es vegetariano y sólo prepara de soja, no sabe de lo que se pierde. la cocina tiene historia, mucha cuestión ancestral encima; está vigente como el primer día en que el hombre de las cavernas decidió ponerle algo de smowing al cadáver que se estaba comiendo. hablamos de milenios hace, algo así como del 5000 AC (Antes del Caldito, la verdadera bisagra de la humanidad gastronómica). hablar del parentesco que tienen la cocina y la alquimia es abrevar en lo ya recontradicho. pero qué duda cabe. uno de los pocos lugares en los que el hombre se da el enorme placer de encender un fuego en este mundo moderno y alocado, es en la cocina. y como en toda expresión artística, están los talentosos que hacen malabares con sabores desconocidos, los laboriosos "intérpretes" capaces de plagiar recetas con maestría, y el resto de los nabos que intentamos elaborar algo medianamente comestible. si bien ya lo decía la ley de murphy, "todo es comida si se lo mastica lo suficiente", esto no desestima que uno pueda arremangarse y pasar la mejor de las tardes enchastrando el 85% de los utensilios.
si tanto te llenás la boca (justamente) hablando del placer de cocinar, cómo es que arrancaste metiendo una cuchara en una lata de arvejas con huevo y queso rallado? me digo a mí mismo. y me respondo: buen punto. no tengo defensa admisible. mi hipótesis es que no sé apreciar la autococina. necesito alguien a quien alimentar para que valga la pena el esfuerzo, porque si fuera por mí sé que ese bastardo traidor que soy me deja (o me dejo?) morir de hambre. incluso diría más: clasifico como uno de los pocos hombre anoréxicos que deben haber en el planeta. no me avergüenzo en admitirlo, tengo padrísimos problemas con mi aspecto físico. es un ítem más para anotar en la columna de "le chifla". cuando era chico era bastante regordete, recuerdo que a veces me comía una tarta de zapallitos entera (mi kriptonita) a lo largo de una tarde. eso, sumado a mi shockeante inutilidad para los deportes, arrojaba como resultado una cargada permanente por parte de mis compañeros. quizás no fuera tanto en volumen de cargadas, pero yo me lo tomaba muy a pecho. o muy a panza, no sé cómo se dice en estos casos.
aconteció algo muy curioso, y es que cuando terminé séptimo grado me mudé de ciudad. durante el verano previo a entrar al secundario en mi nueva localidad estuvimos trabajando en la construcción de la nueva casa. y eso, junto al estirón propio de la edad, hizo que para cuando entrara al colegio, estuviera bastante más flaco y alto. compañeros nuevos, profesores nuevos, ciudad nueva. mi gordo yo se había quedado a más de 1000km. eso me ofreció un paradisíaco entorno para respirar tranquilo en el rubro "gastadas". al menos durante un tiempo. básicamente hasta la primera clase de educación física, jeje. tampoco era que estaba hecho un esqueleto, seguía teniendo algún que otro kilo. pero el cuerpo entero estaba cambiando, como nos pasa a todos en esa edad. aún así, seguía teniendo el trauma que me acompaña todavía. esas cosas, creo yo para desilusión de mis pasados y futuros psicoanalistas, no se cambian más. cuando uno desde los 6 o 7 años piensa que está en el equipo de los gorditos, se siente de esa forma para siempre. es una cuestión de identidad, del formateo de carácter que responde a la pregunta "cómo dirías que sos?".
eso sí, yo soy un anoréxico consciente. esto puede apestar a contradicción, pero no es tal. ejemplo: en este momento estoy muy flaco; nunca había estado tan flaco como ahora. no existe persona alguna que me vea y piense "el dogor". de hecho, según el índice de masa corporal (o como se llame) me faltan 5 kilos. nunca fui muy hermano de las estadísticas, así que no le doy bolilla. ahora bien: estoy empíricamente flaco. me veo flaco? me creo flaco? no señor. sigo sintiéndome incómodo con mi cuerpo. eso a mi humilde entender se diagnostica como síntoma de anorexia. podríamos hablar durante horas sobre la esquizofrenia de la moda, los medios y las etcéteras, del mandato social de ser delgado… pero para qué perder el tiempo. a lo que quiero llegar es: sí, soy anoréxico. suelo pasar hambre por miedo a engordar. pero si yo sé que lo estoy haciendo porque soy un zopenco, vale como enfermedad? no me disgusta comer. todo lo contrario, jamás hasta ahora me he rehusado a la pantagruelia de un asado hecho y derecho, sólo por el hecho de no querer subir de peso. en mi lista de prioridades gana el "corazón contento" antes que la figura esbelta. quién puede ser tan salame como para no disfrutar del morfi. eso es trampa? o puede decirse que si tengo consciencia de mi anorexia, entonces no estoy tan mal? ah, la negación. divino tesoro.
yo supongo que para ser anoréxico de los de verdad, hay que ser un poquito bobo. sigo hablando en masculino para que no piensen que esto es sexista. pero vamos, quién puede forzarse a no comer? es demasiado rico para ser cierto! además de la imperdonable traición, ya no sólo a la lógica pura, sino lo que es peor, al instinto! que resulta no comer. como cuando bart baja la palanquita en la cabina del avión y el piloto vuelve a subirla: "jeje, sin eso no vivimos". qué clase de lelo puede forzarse a no probar bocado. esa es mi conclusión: la anorexia lleva implícita una cuota de imbecilidad, diríamos, de alto calibre. o a lo mejor no es imbecilidad, sino simple falta de inteligencia. "inteligencia" entendida no como cultura general, sino como criterio. sentido común. lucidez. un ser inteligente sabe disfrutar de las cosas en una medida sensata. y entre otras actividades, come. más siendo la comida tan pero tan pero tan pero tan rica.
me contradigo, luego existo: hoy no pienso cenar. supongo que eso, habiendo escrito el párrafo anterior, me pone del bando de los no inteligentes. y sin embargo voy a hacerlo. me acostumbre a casi no comer durante el día. el estómago es un músculo (bueno, en realidad es un órgano, pero hagamos de cuenta que los órganos son músculos y los músculos son órganos) que se estira y se contrae con increíble facilidad. hay muchas cuestiones que me llevan al no comer, no quisiera extenderme demasiado. pero básicamente aprendí que: cada cuerpo se rige por su metabolismo. hay quienes comen mucho y no acumulan en forma de grasas, hay quienes tienden a acumular de forma descontrolada, hay quienes saben manejarlo. pero el metabolismo se puede moldear, hasta ahora eso estoy descubriendo. yo almorzaba y cenaba todos los días. y engordaba. muy despacio pero engordaba. con esa cantidad de comida, mi cuerpo acumulaba. así que fui reduciendo la cantidad hasta encontrar el punto en el que gasto lo que tengo y ya. eso me llevó a eliminar una de las dos comidas. ahora si almuerzo no ceno, y viceversa. hoy almorcé, por lo tanto no voy a cenar. quizás coma una fruta. quizás no. pero no te da hambre? sí, me da hambre. pero me la banco. hay algo de monástico en bancársela que me atrae particularmente. no en el sentido espiritual, sino en el enfrentamiento con la restricción que ayuda a conocerse a uno mismo. a ver qué tanta voluntad se tiene.
ya pasó un día entero. ahora es la noche del día siguiente al que escribí todo lo anterior. esperé un día más para subir esto al blog porque quería anotar todo lo que comí hoy y cerrar el posteo con ese listado. listado que voy a guardar para asustar a alguna que otra nutricionista. tiemblen, locas: me levanté a las 8:30. tomé un poco de agua. a eso de las 11:30 tuve mi primera ingesta, media taza de cereales con yogur. fui al gimnasio. corrí 5km. hice ejercicio. estuve en la pileta. créase o no, eso ya no me da hambre. pero como no soy menso, volviendo a la oficina me compré algo para reponer: dos duraznos y dos ciruelas. me las comí a eso de las 17:00. ahora son las 20:30, tengo bastante hambre. mientras escribo esto me estoy preparando unos fideítos con manteca. no almorcé, por lo tanto voy a cenar. fideos no será el platillo más elaborado, pero al menos aprendí: juro ante escribano que la gran "menjunje intragable en la lata" no la hago nunca más.
hhomero sse oobsesionó ccon::
"sondre lerche - sleep on needles"
"sondre lerche - sleep on needles"
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