13.2.07

corcovado

como la letra de la canción, y para sorpresa de todos los habitantes de este sur muy sur, el sábado pasado fue una noche tranquila, de "tranquilas estrellas flotando en el silencio a nuestro alrededor". fue un espectáculo poco común ver los bares semivacíos y a toda la concurrencia en la puerta, cerveza en mano, charlando con alegría al aire libre. todos se paseaban en remera, dilataban la entrada a cualquier boliche con una vuelta más por el centro, se cruzaban con amigos y conocidos y regresaban en patota a las puertas de los bares. se contagiaba la celebración de una noche meteorológicamente ideal, rareza por estos pagos.
desde la esquina en la que nos encontrábamos nosotros se distinguía, cruzando la calle en diagonal, el lobby en penumbras de un hotel. los rincones permanecían en la más profunda oscuridad, cumpliendo así con el paradigma de "rincón". toda la luz provenía del escritorio de la recepción, detrás del cual acontecía un guardia de seguridad. uniforme típico de guardia, corte de pelo típico de guardia, actitud típica de guardia. es decir: como sea que se comporten los guardias, no vi demasiados hasta ahora, éste no se apartaba del rol. el hombre tenía a su cargo unas seis o siete pantallas, todas en blanco y negro, que ilustraban muy solemnemente (y con mucha somnolencia) los corredores, salones y escaleras desiertas del hotel. los que estábamos disfrutando de esa noche tan plácida nos preguntamos si el guardia (a quien decidimos llamar walter) se pasaría hasta el amanecer rumiando esos monitores. no lo pensábamos con ínfulas compasivas, sino con la curiosidad propia de quienes viven en un pueblo y tienen serias dudas con respecto a los operativos comando contra una caja fuerte de hotel cuatro estrellas a las 3 de la madrugada de un sábado. para nosotros, walter era la división internacional del trabajo tras un mostrador. aburriéndose. como si se tratara de un diagrama de venn, estaba (a) la noche hermosa, (b) nosotros de parranda, y (c) él en un trabajo intrascendente. en la intersección entre los 3 círculos figuraba la inscripción "(d) injusticia".
porque walter querría estar durmiendo, nadie duda de eso. su cara tan de walter, si bien apenas inteligible en la semipenumbra, no expresaba ninguna motivación de compartir la noche con nosotros en algún bar. por favor, si los insomnes que estuvieran descansando en el cuarto piso lo molestaran por teléfono ("room service?"), su mismísima existencia laboral habría quedado validada. pero tampoco. walter abre cajón. walter saca abrochadora. walter abrocha papeles. walter guarda abrochadora. walter cierra cajón. su devenir en ese limbo es tan embolante como hipnótico. encajaba más que bien con la botánica del lobby: ese punto intermedio entre planta enorme y árbol joven, creciendo hasta la altura de un humano adulto (un vegetal con claras intenciones homicidas) en esas macetas terracota gigantescas, una por arbolito, que resultan imposibles de mover si no es de a dos personas. aún para una planta, el máximo desarrollo en las mínimas condiciones es la definición misma de "poca cosa".
decidí apartarme del jolgorio en plena velada (hay alguna forma en que pueda plasmar lo exquisito de las condiciones climáticas de aquella noche?) para sentarme en el cordón de la vereda, un poco más cerca de walter. por un lado, saqué un cuaderno y anoté algunas de todas estas cosas, a modo de ayuda memoria. por el otro, intentaba establecer alguna especie de telepatía (qué se pierde con intentarlo, cierto?) con el tal walter. intentaba convencerlo de que quizás la pasaría mejor levantándose de enfrente de las pantallas y recorriendo esos mismos pasillos ya no con la mirada, sino en la realidad real, en colores. en cambio, me pareció ingresar en su aburrimiento empujando una de esas puertas de vidrio de los negocios, que todos los empleados saben que no tendría que ser tan pesada, pero no hay forma de que ande un poco mejor: "toda semana es parte de un mes". ánimo, walter.
anotando cosas estaba cuando una chica pasó caminando y se detuvo. esto lo supe después, yo estaba un tanto enfrascado en la epopeya del guardia nocturno (estoy buscando 10 buenas razones para seguir llamándolos "serenos") que casi ni me entero. pero algo raro estaba sucediendo a mi alrededor, lo percibí con el rabillo (estoy buscando 10 buenas razones para seguir llamándole "rabillo") del ojo: una de los tantos transeúntes (sí, 10 buenas razones más) se había detenido frente a mí. no me había hablado, simplemente se detuvo a contemplarme escribiendo. muy raro. cuando despegué mis ojos de mis deberes de nerd, me encontré con que mi observador era una observadora: se llamaba loreta. me sonreía de una forma tan amable, y lo emocionante no fue que se tratara de una sonrisa muy linda, sino... que hubiera permanecido en silencio. priorizando mi concentración a su curiosidad. el momento era dulce y delicado, temí lo peor cuando noté que se disponía a hablar. pero una vez más, la realidad superó a la remake: loreta me preguntó "por qué estás escribiendo?". confirmado, se trataba de algo peculiar: cualquier hijo de vecino hubiera preguntado "QUÉ estás escribiendo", la misma alta proporción de mediocres (en el sentido menos agresivo del término, por favor) que ante cualquier pintura, por más evidentemente abstracta que sea, pregunta "qué es?". loreta y yo nos pusimos a hablar.
la presencia de ella en esa noche fuera de lo común me resultó tan relevante, tan genuina, que sin querer queriendo borró de un plumazo cualquier interés por el supuesto guardia supuestamente llamado walter. nos fuimos los dos hacia el bar, gracias a la atracción magnética de los amigos en la puerta. y la pasamos bien. para cuando el cielo empezaba a clarear y todos consentimos en irnos a dormir, el lobby del hotel permanecía exactamente igual. a esta altura creo que todos vimos "mi pobre angelito" y sabemos que la silueta del guardia bien podría haber sido un maniquí girando sobre un trencito eléctrico.


hhomero aamanece ccon::
"citizen cope - left for dead"

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

NO te desanimes!!!
[yo empecé hace muy poquito con mi blog, pensando en postear todos los días. no duré mucho más de una semana, y es porque mi cerebro no puede producir nada interesante a esa frecuencia. pensé que era una cuestión de training, pero se ve que la tara es permanente.
lo bueno es que nadie lee mi blog, así que no tengo presión por el lado de quienes demandan una mayor producción. le encuentro cierto encanto el estar publicando cosas que nadie lee! de hecho, le puse de subtítulo “el blog que nadie lee porque es yeta”]

11:54 a. m.  

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