infinite pet
cuando me preguntaron si quería ir a conocer la última creación pictórica de ricardo tapia, dudé alrededor de 1 segundo y medio en contestar. para aquellos que no se llevan con las medidas temporales, aclaro que 1 segundo y medio es un eufemismo para “mucho”. tanto, que en esa aparentemente pequeña fracción (pequeños son los instantes, y en un segundo caben infinitos) se cruzaron por mi mente 8 imágenes y media:
1) yo, saliendo de mi casa en aquel día horrible, con mi cara de “qué día horrible” + la improbabilidad de que eso sucediera, resignificada en la imagen de una mano con su respectivo pulgar cabeza abajo
2) la obra previa de ricardo tapia, vista hacía 3 años en el museo de arte moderno + el “seguramente inventado para la ocasión” recuerdo de cruzar un espejo durante la muestra, en el cual mi rostro se preguntaba sin lugar a dudas “¿qué estoy haciendo acá?”
3) el nefasto final, éste sí vívido como una mancha magenta, de la relación con la que fuera mi novia favorita, y que me acompañaba a la muestra 3 años atrás
4) la imagen de mi interlocutor telefónico y su respectiva pareja, que a esta altura se materializaban en mi imaginación con la figura de un súcubo alado que merodeaba mi vida con auténtico cariño, pero con venenosa autenticidad)
5) la nebulosa de la cual intentaba asomarse la última vez que la había pasado bien con ellos
6) una reconfiguración de todo lo anterior en el virtual escenario futuro: yo en un día horrible con la presencia de ellos + la ausencia de ella + una muestra que me obligaría a repreguntarme (con muy poca retórica en esta oportunidad) “¿qué estoy haciendo acá? ¿otra vez?” + un inexplicable dolor en mi muñeca entumecida, causado por una parálisis temporaria que me obligaba a llevar el brazo extendido con el pulgar cabeza abajo + el estupor en el rostro de todos los asistentes, que piensan (en voz alta, como en todas las imaginaciones) “¡pulgar abajo! ¡qué crítico más frontal! ¡y qué convicción!”
7) un magnífico par de pechos que merodeaba fugazmente, como una larga cinta de gasa revoleada en círculos con inmensa armonía. la categoría denominada "imagen de magníficos pechos" nunca falta en una cavilación dada (llamémosla "X") cuya duración exceda 1 segundo
8) mi rostro sonriendo con inusitada franqueza ante un recuerdo ancestral: mi abuelo durmiendo la siesta en un sofá marrón, mientras mi primo Andrés y yo le aggiornábamos el peinado entre carcajadas
1/2) caía en la cuenta de que el nombre del artista era la misma que el de Robin en aquella serie legendaria de Batman, cuando la voz de mis “invitadores” dejó la perturbadora imagen mental a medias
- si venís, nos podemos encontrar en el bar que está a la entradita del museo. nosotros pensábamos ir ahora después de comer así ya hacemos unas compras por la zona
- no, está bien… no creo que vaya. pero bueno, si llego a ir los espero ahí en el bar. si no estoy, es porque no voy. entren sin mí nomás.
- ok… listo. eeh, entonces por ahí nos vemos.
- dale. no prometo nada.
"kings of convenience - misread"
2 Comments:
o quizás el problema no sea el recuerdo en sí, si no su insoportable, inevitable, ineludible actualización. Como si tenerlo guardado no fuera suficiente, de vez en cuando se despliegan como bollos de papel, y le vemos nuevos pliegues, nuevas formas nunca antes vistas, y todo parece tener un nuevo sentido y significado, y por un momento, nos sentimos Arquímedes sonriendo en bolas en una bañera, y después nos preguntamos, "para qué?". El nuevo significado no significa nada más que eso. El recuerdo volvió, nos dolió igual que su creación, y ahora, más sabios en interpretaciones, nos compramos una bananita dolca en el kiosko para rumiar la idea de que el tiempo quizás nos haga más reflexivos, pero no por eso menos pelotudos. Besote grande. Looser Cake
amen, cake. qué gran analogía lo del papel. por ahí los recuerdos son como pequeñas figuritas de origami: uno los identifica con ciertos animales en particular, pero en realidad si los desplegás terminan siendo todos hojas del mismo tamaño. lo que importa son los pliegues... y qué tan prolijo te queda. o qué tan desprolijo: al fin y al cabo los recuerdos más lindos son aquellos que en el momento no llegaste a pensar "uh, esto es importante, me lo voy a acordar por siempre", sino que toman relevancia mucho después.
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