flat earth
esta es la historia de una taza dormida.
una taza típica, con sus manchas prehistóricas imperceptibles al tacto tatuadas en el fondo a fuerza de microondas.
la taza dormida, con la punta de su asa apenas torcida cual brazo en jarra con el puño desafiante hacia fuera, acumula la rabia de ser despertada sin-excepción-cada-mañana bajo el chorro caliente de una infusión desabrida, con el saquito de té tan campante haciendo la plancha en la superficie.
detesta, lo detesta sin remedio, estar travestida con la serigrafía posterizada de una nena cualunque cuyo único vestuario de casaca riverplatense encabeza el desfile mediocre de las palabras "millonaria como papi" en sendas letras comic sans rojas y blancas. qué oda a la fruslería, qué deshonra al linaje inmortal de tazas, jarrones y cuencos al servicio de la civilización.
es de madrugada y la taza ya acumula bronca de tan sólo pensar en el prospecto de un desayuno. su treta preferida consiste en contener la respiración y (junto con ella) todo el calor del ingenuo café con leche que le hayan puesto a servir. lo hace para que sus paredes quemen y así nadie la toque; no le importa en lo absoluto quién sea que vaya a desayunar tibio por culpa de sus estratagemas.
cual bussiness man que intenta la fútil tarea de deshacerse del stress con una pelotita la taza dormida, ofuscada, agarra y amasa absolutamente todo lo que le viertan hasta convertirlo en un cilindro. ya sea un trago de leche o una medida de arroz, todo lo "encilindra" sin piedad (un insulto adrede a los cánones de la arquitectura, aclarémoslo de paso).
y a esto parece reducirse todo para ella: amaneceres pelantes, miradas de odio hacia la pava y siestas humillantes en el escurridor.
tras una jornada más ("una jornada menos", mascullará ella), la taza se va a dormir colgando de un ganchito dorado de metal adquirido en alguna ferretería anónima y atornillado bajo el estante de la cocina.
claro que "la taza se va a dormir" es un decir porque ella, pedante e insomne, tan sólo cuelga.
cuelga inmóvil, y la sangre se le va a la base sin esmaltar.
cuelga.
cuelga acunando el acecho a aquella remera clarita que parece tan nueva, invitación a la mancha prácticamente irresistible.
la taza cuelga taciturna, paranoica, hitleriana, y un poco a regañadientes... se va hundiendo... en el más... silencioso... de los sueños...
una taza típica, con sus manchas prehistóricas imperceptibles al tacto tatuadas en el fondo a fuerza de microondas.
la taza dormida, con la punta de su asa apenas torcida cual brazo en jarra con el puño desafiante hacia fuera, acumula la rabia de ser despertada sin-excepción-cada-mañana bajo el chorro caliente de una infusión desabrida, con el saquito de té tan campante haciendo la plancha en la superficie.
detesta, lo detesta sin remedio, estar travestida con la serigrafía posterizada de una nena cualunque cuyo único vestuario de casaca riverplatense encabeza el desfile mediocre de las palabras "millonaria como papi" en sendas letras comic sans rojas y blancas. qué oda a la fruslería, qué deshonra al linaje inmortal de tazas, jarrones y cuencos al servicio de la civilización.
es de madrugada y la taza ya acumula bronca de tan sólo pensar en el prospecto de un desayuno. su treta preferida consiste en contener la respiración y (junto con ella) todo el calor del ingenuo café con leche que le hayan puesto a servir. lo hace para que sus paredes quemen y así nadie la toque; no le importa en lo absoluto quién sea que vaya a desayunar tibio por culpa de sus estratagemas.
cual bussiness man que intenta la fútil tarea de deshacerse del stress con una pelotita la taza dormida, ofuscada, agarra y amasa absolutamente todo lo que le viertan hasta convertirlo en un cilindro. ya sea un trago de leche o una medida de arroz, todo lo "encilindra" sin piedad (un insulto adrede a los cánones de la arquitectura, aclarémoslo de paso).
y a esto parece reducirse todo para ella: amaneceres pelantes, miradas de odio hacia la pava y siestas humillantes en el escurridor.
tras una jornada más ("una jornada menos", mascullará ella), la taza se va a dormir colgando de un ganchito dorado de metal adquirido en alguna ferretería anónima y atornillado bajo el estante de la cocina.
claro que "la taza se va a dormir" es un decir porque ella, pedante e insomne, tan sólo cuelga.
cuelga inmóvil, y la sangre se le va a la base sin esmaltar.
cuelga.
cuelga acunando el acecho a aquella remera clarita que parece tan nueva, invitación a la mancha prácticamente irresistible.
la taza cuelga taciturna, paranoica, hitleriana, y un poco a regañadientes... se va hundiendo... en el más... silencioso... de los sueños...
hhomero llueve uun ssábado::
"john legend - if you´re out there"
"john legend - if you´re out there"