1.11.06

rest your head

qué día, mamma mia. será así porque se me dio por ver "waking life" por enésima vez, y plantea tantas cosas existenciales que en un principio las escuchaba como "qué interesantes", pero quedaron rebotando en alguna parte del cerebelo y de pronto estaba ahí sentado medio temblequeando, sin poder dejar de apretar los dientes, en uno de esos estados anímicos en que lo que menos se necesita es estar solo. y yo estaba solo, claro.
así que apenas llegué a mi pequeña caverna de soltero (me gustó la frase acuñada en la radio, "ex conviviente"), abrí la puerta y me metí bastante contra mi voluntad. qué hago acá, decía mi cara. pongamos el botón de resetear a ver si se me limpia la cabeza. es así, un día estás en el tope de la alegría y al siguiente tenés ganas de soñar que la miseria es apenas un aspecto más de la vida. tenés ganas, pero no tenés con qué (qué graciosas eran esas propagandas de miroli). cómo se explicaban estos estados antes de que se inventara el subconsciente? qué nombre le habían puesto al bajonazo en el siglo XII?
un poco los sacudones vienen porque ayer fui invitado junto con varios amigos a tomar un mate a… lo de mi ex. me había prometido no hablar de mi ex en mi propio blog (mi mi mi mi) pero evidentemente la experiencia de revisitar por primera vez desde que no estoy con ella su casa, los lugares comunes, los objetos conocidos (la heladera que supo ser nuestra heladera, la mesa que supo ser nuestra mesa, el pescadito/veleta que le regalé en el jardín japonés) pero también la mezcla con los objetos desconocidos (de su actual novio, de viaje por no me acuerdo dónde) que todo lo confundían. confundido es el término, gracias.
así que medio revuelto tenía el guiso emocional como para tirarle encima "waking life". ahora que lo voy narrando (cronología implacable!) me doy cuenta de lo bestia que soy: andar mezclando así como así. como si esto fuera poco, se acercan fechas de entregar trabajos y la mente se me estresa (se estresa por todo lo que hay que hacer? o porque se acerca la fecha? hace la existencia de la fecha al stress? o es a esta altura el stress un reflejo de aprobación social y condición fundamental para lidiar con un pilón de trabajo? en otras palabras: queda quien no "elija" estresarse?) y todo junto hace una gran pelota indigerible. de ahí que no pueda dejar de apretar los dientes.
lo difícil de estar en el mal momento es que el buen momento parece tan lejos. tanto el que acaba de pasar como el que, garantizado, llegará en unos días o semanas, parece inalcanzable. la tentación de angustiarse hasta el llanto está casi al borde del cliché (releo y me pregunto: por qué "casi"?). empiezo a notar que, a medida que envejezco, mi relación tanto con el espacio como con el tiempo se vuelven muy que muy inestables. el desplazamiento me perturba, y no sé por qué. todo aquello que va creciendo entre el punto a (aquel que abandoné) y el punto b (donde estoy, hic et nunc) me pone mal. me asusta. es así que no hay ictus en un viaje en el que no sienta la necesidad casi panic attack de pegar media vuelta y volver adonde estaba, detener el permanente alejamiento. no porque me haya olvidado la llave del gas abierta, nada tengo que hacer en punto a. pero es un impulso endemoniado de detener el alejamiento. como si estuviera esparciendo una mancha sobre una pared recién pintada con cada kilómetro que recorro.
la experiencia temporal no se queda muy atrás. últimamente tiendo a creer aquello de que el presente es la eternidad. es decir, la historia, el devenir, se sucede no en continuidad (casi diría en "contigüidad") sino sobre sí misma. lo que acaba de pasar, ha desaparecido aplastado por lo que pasa ahora. en qué nos convierte eso? veo el texto que queda escrito en esta hoja, prueba más que suficiente de que el momento aquel, en que lo escribí, efectivamente existió. pero… adónde está ese momento? ya no está. ya fue reemplazado por este de ahora. y los años? los siglos? dónde está el yo que iba al jardín de infantes? ya no existe. no vuelve. por lo tanto: todo lo que vaya a suceder no es más que una variación configurativa del presente, ergo bien podría suceder entonces como ahora como en cualquier momento. eso me duele en el alma, no puedo explicar por qué. y si sigo apretando los dientes así me los voy a descascarar toditos.
para qué pensar en todas estas cosas? qué es conjeturar? es triste o es lo que hay? nunca pensé que citaría a una tal erica garcía, pero ella lo dijo clarito: "está todo bien? o está todo como el orto?". ya le respondió liniers un día en bonjour: "está todo como el orto, erica". de fondo suena snow patrol, una banda que parece destinada a la extinción inminente. entonces para qué grabar? para qué esperanzarse? para qué hacer las cosas? la respuesta vendría más que bien en este momento. uno de esos momentos en que aplasta la nimiedad, la (maldito kundera, se le ocurrió primero) insoportable levedad del ser (creo que se refería al ser como consciencia del propio existir, y no al ser como yogur insulso 0% grasa). de pronto hasta el asesinato pierde su investidura de crimen imperdonable, si nos detenemos a pensar qué somos realmente. cuánta importancia tenemos, cuál es el auténtico valor de la existencia? su sagraditud (pido mil perdones, se me escapa la versión sustantiva de "sagrado")? ufff qué pesado soy.
cambio rotundo, urgente, inmediato. la gente pide que te calles. hay que aprovechar este sentirse poca cosa, hay que recanalizarlo hacia algo nuevo, no quiero decir positivo, pero al menos reconfortante. ejemplo: si no hay razones últimas ni valores excelsos ni grandezas de animal dotado de razón, entonces las consecuencias de mis acciones carecen de enorme repercusión y/o importancia. lo que haga, nada importa (ojo, no es que recién ahora caigo en la cuenta de algo tan obvio: sólo se me dio por escribir sobre lo que me pasa, y resulta que es una conclusión que nunca cesa de sorprenderme). yo digo: afuera la indecisión, la asfixia del correcto actuar. o al menos del qué dirán. vamos, yo intento que no me importe en lo más mínimo, pero quién en toda la civilización occidental (la peorcita, créanme) no siente la inherente presión de comportarse de manera aunque más no sea aceptable (e intentarlo por lo elogiable).
quizás esta liberación que implica la insoportable levedad me permita juntar coraje e invitar a almorzar a la chica esa que trabaja en la panadería y que me gusta. me gusta en serio. paso, compro palmeritas, medialunas, coquitos, bizcochitos (qué mundo plagado de diminutivos resultó ser el de las panificaciones) sólo para hablarle. un presupuesto, decí que por lo menos me sirve de desayuno. pero soy lo más tímido que hay en este aspecto (tímido patético, no tímido tierno… una subcategoría de tímido que sólo garpa en las películas), bastante me cuesta siquiera saludarla. ella parece incomodarse también, así que… quién dice, mañana me levante igual de inconsistente que hoy y me diga "si total, el instante de vergüenza desaparece bajo el inmediatamente subsiguiente. si lo que vaya a funcionar o a fracasar no tiene peso alguno en esta vida de absoluta intrascendencia." eso es, no tiene peso alguno. no tiene peso alguno. porque trabajamos muy duro para creer que tiene. cuando la realidad, es que no lo tiene. por eso nos hipnotizan las tragedias. no tanto por lo doloroso sino por lo pesado.


hhomero ddebe aapagar ssu ccoco, qque ssuene::
"gomez - rosalita"

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

... entré masticando una galletita medio húmeda, me senté en mi escritorio por enésima vez para intentar estudiar. No contaba con la astucia de quien se babeaba abajo de mi cama, esa sombra que, agazapada, espera el momento justo. Me ve distraído, y me taclea, se trepa, repta, y me mastica la oreja con ahinco. La galletita sigue húmeda, pero como tantas cosas en la vida, no encontré nada mejor. Insiste con mi oreja, pero trato de no prestarle atención. Al fin y al cabo, en cierto modo siempre está ahí, LO TÁCITO, lo silencioso, lo omnipresente. Algunas veces me agarra con la guardia baja, entretenido con una galleta vieja y aprovecha. Esta es la situación: llega un momento en la vida, una especie de punto sin retorno (que cursi, dios) en el cual finalmente aceptamos que la bestia es parte de nosotros, como lo es el payaso, el alma de la fiesta, el mejor escuchador del mundo, el amigo constante, la persona interesante, la persona frívola, el individuo maldito que nos obliga a ver Utilisima satelital. En fin.
Se me terminó la galletita. La bestia sigue en mi oreja, no la muerde pero me mira. Me levanto con cuidado y sigo con lo mío, aunque la tenga colgada del cuello, como una bufanda de situaciones grises, intermedias, tibias, resacosas. No se puede vivir en medias tintas, y sin embargo, nunca podemos elegir "la puerta 2, susana".

10:50 a. m.  

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